Ya es la segunda carta que te dejo en este mismo buzón, sin tener respuesta tuya, y aunque no entiendo tu silencio, tampoco te juzgo, sé que donde estás tus razones son otras que las mías y te pido perdón por mi impaciencia, pues ya sabes mi tiempo me está contado, mientras que el tuyo pertenece a la eternidad, eterna eternidad.
Cuestión de tiempo del que todo depende, el mío efímero, el tuyo eterno.
Mi tiempo se cuenta en segundos, el tuyo en siglos de luz, imposible de darnos cita y que coincidamos los dos en cualquier lugar en cualquier rincón.
Se que el día de eternidad en que leas mi correo, tus huesos se estremecerán, recuerda que mi cuerpo también se estremeció al llegar a este reglón.
Finalmente, qué es el tiempo si lo contamos en años de amor… Estamos los dos en el mismo lugar, quizás también la misma hora, pero no el mismo día, tú en tu tiempo y yo en el mío, pero sea como sea, nuestro amor nos mantendrá unidos en nuestra eternidad de amor. Te quiero, mamá, te quiero.
Hace tanto tiempo que te fuiste sin que te pudiera enterrar, qué crimen cometí, para no poner decirte adiós como los demás. Solo sé que hay cosas que no se pueden perdonar.
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